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viernes, 6 de septiembre de 2024

Lo políticamente correcto

 Lo políticamente correcto

He oído durante todo este año un contra-discurso bastante fuerte. En la sociedad hay valores y normas a seguir, y si no las seguimos, dentro de la sociedad hay métodos de coerción para ponernos en el camino correcto. Existen instituciones que funcionan como policías de la moral, instituciones laicas creadas por nuestra constitución.

Quiero contar una anécdota que resume un poco esto. Tengo un tío comisario, y entre sus deberes está el de vigilar la vida familiar de sus subalternos. Uno de ellos había abandonado a su legítima esposa por otra mujer, lo que generó una extraña charla. Mi tío, el comisario, tuvo que reprenderlo y lo instó a volver con su esposa. Pero, como Resistencia era y es un pueblo chico, el subalterno estalló y le contestó: "Usted no me venga con eso, porque no deja a la colorada y vuelve con su esposa". Pueblo chico, infierno grande. Mi tío fue puesto al descubierto. Años después, al retirarse, se divorció y se casó con la colorada.

¿Por qué una institución interviene en la vida personal de alguien? Importa poco que ambos compartieran el "pecado"; las fuerzas coercitivas de la burocracia los llevaron a tener una ridícula situación. Hay otras instituciones que funcionan con el mismo mecanismo, tienen una función determinada, pero actúan como agentes de la moral, como la medicina o los hospitales, que reprenden a los adolescentes por no cuidarse en sus relaciones sexuales, o con el típico "porque comiste esto no sabes que te hace mal". Ni hablar de la escuela.

Esas instituciones son un repositorio cultural de pequeñas normas morales y reproducen hacia adelante su mensaje de "esto no se hace", "esto no se dice" y "esto no se toca". Allí nace lo políticamente correcto. La reproducción cultural hace que se vuelvan dogmas a seguir como sociedad, y cada uno de los individuos debe seguirlos; de lo contrario, será estigmatizado para toda su vida.

Hoy muchos medios de comunicación están en franca lucha por la hegemonía cultural, en su afán de defender, frente a las críticas - legítimas o no -, los dichos de un gobierno políticamente incorrecto. A lo largo de su vasta vida pública, el presidente Macri ha dado muestras de ser un político políticamente incorrecto. Su desapego a la verdad, su xenofobia, su forma discriminatoria de ser y su insensibilidad social son vistas hoy como transgresiones, fruto de alguien más preocupado por hacer que por hablar, de alguien ocupado en poner todo para salir adelante.

Mientras fue otra cosa, no pasó a mayores. Pero ahora es presidente, y sus formas pasan a ser el repositorio cultural del PRO, su partido político. Los dichos de sus ministros lo revelan: frases que en otros tiempos habrían sido escandalosas, como "el que no tenga para pagar, que no cargue nafta", "si tienes frío, abrígate dentro de tu casa", "la gente dice que Milagro Sala debe estar presa", "si hay incendios, hay que rezar", "si tu empresa anda mal, dedícate a otra cosa", "¿de qué te quejas de la factura de luz, si solo sale una cena?", o "las minitas se embarazan para cobrar la asignación". Y la lista sigue.

Todos estos dichos son políticamente incorrectos. Solo por esta luna de miel suenan aquí y allá como transgresiones. La pregunta que me hago es: ¿puede una sociedad políticamente correcta tener un gobierno políticamente incorrecto? La respuesta está abierta todavía. El daño más grande es aceptar la incorrección y verla como ejemplo. Aunque estas existan y todos las tengamos, la reproducción cultural a la larga es patrimonio de todos, y se puede volver un principio a seguir. Las denostaciones del otro, sin entender el porqué de sus circunstancias, nunca reparan el problema.

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