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viernes, 26 de abril de 2019

El modo de producción feudal Perry Andeson


El señor recibía la investidura de sus derechos de otro noble (o nobles) superior, a quien tenia que prestar servicios de caballería, esto es, provisión de una ayuda militar eficaz en tiempo de guerra. En otras palabras, recibía sus tierras en calidad de feudo. A su vez, el señor ligio era frecuentemente vasallo de un superior feudal', y la cadena de esas tenencias dependientes vinculadas al servicio militar se extendía hacia arriba hasta llegar al punto más alto del sistema —en la mayoría de los casos, un monarca—, de quien, en última instancia, toda la tierra podía ser en principio dominio eminente. A comienzos de la época medieval, los vínculos intermedios característicos de esa jerarquía feudal, entre el simple señorío y la monarquía soberana, eran la castellania. la baronía, el condado y el principado. La consecuencia de tal sistema era que la soberanía política nunca se asentaba en un solo centro. Las funciones del Estado se desintegraban en una distribución vertical de arriba abajo, precisamente en cada uno de los niveles en que se integraban por otra parte las relaciones políticas y económicas. Esta parcelación de la sobera. nía era consustancial a todo el modo de producción feudal. De ahí se derivaron tres características estructurales del feudalismo occidental, todas ellas de una importancia fundamental para su dinámica. En primer lugar, la supervivencia de las tierras comunales de las aldeas y de los alodios de los campe-sinos, los cuales, procedentes de los modos de producción pre-feudales, aunque no generados por el feudalismo tampoco eran incompatibles con él. La división feudal de soberanías en zonas particularistas con fronteras superpuestas, y sin ningún centro de competencia universal, siempre permitía la existencia de entidades corporativas «alógenas. en sus intersticios. Y así, aunque la clase feudal intentara de vez en cuando imponer la norma de nulle !erre sans seigneur, en la práctica nunca lo consiguió en ninguna formación social feudal: las tierras comunales —dehesas, prados y bosques— y los alodios dispersos siempre fueron un sector importante de la autonomía y la resistencia campesinas, con decisivas consecuencias para la productividad agraria total'. Además, dentro del mismo sistema señorial, la estructura escalonada de la propiedad quedaba expresada en la característica división de las tierras entre el dominio del señor, organizado directamente por sus administra-dores y cultivado por sus villanos, y las parcelas de los campesinos, de las que recibía un plusproducto complementario, pero cuya organización y control de la producción estaba en manos de los propios villanos'. Así pues, no existía una con-centración sencilla y horizontal de las dos clases básicas de la economía rural en una sola y homogénea forma de propiedad. Dentro del señorío, las relaciones de producción estaban media-das a través de un estatuto agrario dual. Por otra parte, exis-tía a menudo una nueva disyunción entre la justicia a la que estaban sometidos los siervos en los tribunales señoriales forjan de su señor y las jurisdicciones señoriales del señorío territorial. Los señoríos no coincidían normalmente con cada aldea, sino que estaban distribuidos entre varias de éstas; de ahí que, a la inversa, en cualquier aldea estuvieran entremezclados una multitud de dominios señoriales de diferentes señores. Por encima de este enmarañado laberinto
Engels siempre subrayó correctamente las consecuencias sociales de las comunidades de aldea, integradas por las tierras comunales y el sis-tema de rotación trienal, para la condición del campesinado medieval. Esto fue, afirmó en El origen de la lamia, la propiedad privada y el Estado, lo que dió .a la clase oprimida de los campesinos, hasta bajo la más cruel servidumbre de la Edad Media, una cohesión local y una fuerza de resistencia que no tuvieron a su disposición los esclavos de la Antigüedad y no tiene el proletariado moderno., Marx-Engels, Selected works, Londres. I918, p. 575 (Obras escogidas, Madrid. Akat. 1975, u, pá-ginas 321-41. Basándose en la obra del historiador alemán Maurer, Engels creia equivocadamente que esas comunidades, cuyo origen remontaba hasta los comienzos de la Edad Oscura, eran «asociaciones de marcas• cuando, en realidad, éstas fueron una innovación de finales de la Edad Media, que aparecieron por vez primera en el siglo xlv. Pero este error no afecta a lo esencial de su argumento

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