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sábado, 20 de diciembre de 2014

Cabeza gorila

Aquí tienes una versión mejorada del texto:

La capacidad de apreciar el arte en su máximo esplendor es una cualidad que no todos poseen. El arte, como expresión del alma, lleva consigo un significado profundo y enriquecedor. Anoche me encontraba contemplando una magnífica fotografía en blanco y negro, destacándose entre otras de menor relevancia. Desafío a quienes me escuchan: visiten la Casa de las Culturas, frente a la Casa de Gobierno del Chaco, y elijan libremente una fotografía del patio de entrada. Es posible que pocos logren captar su esencia. Algunos podrían pensar que estoy siendo pretencioso, pero propongo un juego: imaginemos la posibilidad de viajar en el tiempo y encontrarnos con distintas versiones de nosotros mismos en diversas etapas de la vida: el Pablo de 17 años, el de 27 y el de 37. Solo este último sería capaz de apreciar la fotografía en su totalidad.

El Pablo de 17 años estaba inmerso en el estudio de la economía, tema recurrente en aquellos días sin acceso a la televisión por cable ni teléfonos móviles. En medio de la crisis política y social, las conversaciones giraban en torno a las dificultades del país. El recuerdo de mi profesor de contabilidad y sus palabras sobre la ley de contrato de trabajo aún resuena en mi memoria. El Pablo de 27 años, atrapado en la vorágine del final del siglo, tampoco habría podido apreciar la fotografía. Inmerso en una cultura mediática que priorizaba el entretenimiento superficial, se encontraba desconectado de las profundidades del arte y la reflexión.

Finalmente, el Pablo de 37 años sería capaz de encontrar el verdadero valor de la imagen. Había retomado su camino profesional, había aprendido a discernir entre la información y el ruido mediático. Años de lectura y encuentros con mentes brillantes le habían enseñado a pensar críticamente, a cuestionar las verdades establecidas y a buscar la verdad más allá de las apariencias. Pensar nos une, nos hace más humanos y nos libera del individualismo que nos convierte en simples estadísticas.

Es comprensible que algunos no puedan apreciar la profundidad de una fotografía, pero ello no refleja vacío alguno en su interior. Sin embargo, existe un peligro real en la falta de reflexión: el riesgo de caer en la apatía política y convertirse en meros títeres de los intereses económicos dominantes. En un mundo donde el pensamiento crítico escasea, es fácil caer en la trampa del conformismo y la superficialidad. Por eso, en lugar de vaciarnos, busquemos nutrirnos del conocimiento y el debate. De lo contrario, corremos el riesgo de convertirnos en simples marionetas en manos de aquellos que nos ven como simples números en una hoja de cálculo. Y así, sin darnos cuenta, nos encontraremos un día siendo parte de ese grupo al que se refiere con desdén como "cabeza gorila".

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