Prologo
Hola. Así como José Pablo Feima encontró su camino hacia la filosofía y la historia, fue Máximo Valerio Mafredi quien me condujo a ese universo infinito con su libro Akropolos, la historia mágica de Atenas . Fue en sus páginas donde algo en mí comenzó a vibrar, una chispa que encendió una llama insaciable.
Esa lectura, más que un simple encuentro con las palabras, se convirtió en un portal hacia mundos que hasta entonces solo imaginaba. Me vi transportado a épocas remotas, donde cada letra parecía invitar a mis pies a correr junto a Filípides en su agotadora carrera hacia Esparta. Sentí en mi piel el cansancio de sus músculos, el peso de su misión y la urgencia de su aliento mientras atravesaba valles y montañas bajo el sol abrasador.
Pero no solo era el cansancio lo que percibía. También sentía el frío implacable del mármol del Partenón bajo mis manos, esa piedra milenaria que había sido testigo de tantas historias, de tantos secretos guardados en silencio. Era como si pudiera escuchar las voces de los antiguos atenienses resonando en sus columnas, discutiendo sobre la justicia, la belleza y el destino humano.
Y luego estaba el Kerameikós, el barrio de los alfareros, con sus calles estrechas y sus aromas terrosos. Allí, en ese lugar lleno de vida cotidiana, empecé a entender que la historia no es solo un relato de héroes y batallas, sino también de personas comunes, de sus sueños, sus luchas y sus esperanzas. El Kerameikós fue para mí el punto de partida de un viaje mucho más grande, un recorrido por los ríos de la historia, la filosofía y la sociología.
Gracias a ese libro, aprendí que el conocimiento no es algo estático, sino un fluir constante, como un río que nos lleva hacia nuevos horizontes. Comencé a explorar las ideas de Sócrates, Platón y Aristóteles, tratando de comprender cómo pensaban, cómo cuestionaban el mundo que los rodeaba. Me sumergí en los debates sobre la ética, la política y el sentido de la existencia, preguntándome cómo esas reflexiones seguían resonando en nuestro tiempo.
Este viaje intelectual también me llevó a la sociología, a observar cómo las sociedades evolucionan, cómo los seres humanos se organizan y crean significados colectivos. Descubrí que la historia no es solo un conjunto de fechas y eventos, sino una red compleja de relaciones humanas, de decisiones individuales y colectivas que moldean el presente y el futuro.
Así, gracias a Máximo Valerio Mafredi y su Akropolos , inicié esta travesía que me ha permitido sentirme parte de algo mucho más grande que yo mismo. Hoy, al mirar hacia atrás, agradezco a esos amigos y colegas que han compartido este camino conmigo, alimentando mi curiosidad y desafiando mis ideas. Juntos hemos navegado por los ríos del conocimiento, y sé que aún quedan muchas orillas por descubrir.
Porque, como decía José Pablo Feima, acercarse a la filosofía y la historia no es solo aprender del pasado, sino también aprender a vivir en el presente y soñar con el futuro. Y en ese sueño, siempre habrá un lugar para el cansancio de Filípides, el frío del mármol del Partenón y el bullicio del Kerameikós.
Gracias, amigos. Gracias, colegas. Este viaje apenas comienza.
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