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martes, 6 de agosto de 2019

La cultura como modo de explicación de la diversidad humana.

Origen del hombre. A lo largo de la historia del pensamiento occidental se han formulado distintas concepciones sobre la naturaleza humana y de las sociedades, que han contribuido en algunos casos a legitimar y en otros a impugnar el orden social y político vigente en un momento histórico. La idea de que el ser humano es una criatura formada por un cuerpo y un alma (espíritu o mente) está presente en las interpretaciones filosóficas y religiosas de la Antigüedad y la Edad Media y responden a una visión dualista del hombre. ejemplos de impugnación la noción de naturaleza humana de Rousseau, que revela una crítica a las instituciones injustas de su tiempo, y el concepto de naturaleza humana alienada de Marx, que responde, a su vez, a una mirada crítica de la sociedad capitalista. En las últimas décadas del siglo XX nuevas representaciones sobre la dimensión de lo humano reemplazan el dualismo anterior y sostienen, por el contrario, que el hombre es parte de la evolución de todo lo viviente y que todas sus manifestaciones, incluidas aquellas más peculiarmente humanas, como su mente y el lenguaje simbólico, son el resultado de la evolución biológica y del proceso adaptativo en el que estuvo involucrado como una especie más. Esta nueva formulación tiene determinadas consecuencias sobre la interpretación de lo social y lo cultural en tanto son analizados desde los mismos modelos que explican el comportamiento animal. Es así como esta imagen de la naturaleza humana está presente en las concepciones biologicistas de la ciencia que podríamos denominar reduccionistas y deterministas. Desde el reduccionismo se intenta explicar las propiedades de una molécula, de un organismo o de una sociedad en términos de las unidades en que están compuestos. Estos enfoques sostienen, por ejemplo, que las propiedades de una molécula proteica están determinadas por las características de los electrones o protones que componen los átomos. También afirman que las características de una sociedad son iguales a la suma de los comportamientos individuales. De esta manera una sociedad sería violenta por ser el resultado de la suma de individuos violentos que la componen. En este sentido se justifican las guerras por el carácter agresivo de los individuos. Es decir, las unidades y propiedades tendrían existencia previa a los conjuntos complejos, hablemos de moléculas químicas, de organismos o de sociedades humanas (Lewontin, Rose y Kamin 1987:16). Cuando desde este enfoque se considera que el comportamiento humano está regido por la acción de los genes estamos en presencia de un tipo especial de reduccionismo, el determinismo biológico. Frente a la pregunta sobre por qué los seres humanos son como son o hacen lo que hacen, los pensadores enrolados en el determinismo biológico contestan: porque las acciones de los hombres “son consecuencias inevitables de las propiedades bioquímicas” que constituyen los genes que posee cada individuo. En otras palabras, se afirma que la naturaleza humana está determinada por los genes y las causas de los fenómenos sociales deben buscarse en la biología de los actores individuales. Por lo tanto, los fenómenos sociales deben explicarse a partir de la suma de los comportamientos de los individuos de una sociedad. La función más importante del determinismo biológico es afirmar que las conductas y diferencias sociales y económicas que existen en los grupos humanos, especialmente las que son atribuidas al sexo, la raza y las clases sociales, pueden ser explicadas por las características biológicas, heredadas e innatas de los individuos. En este caso, estamos en presencia de una de las formas más conocidas que asume el determinismo biológico, el llamado darwinismo social, perspectiva teórica e ideológica que interpreta los fenómenos sociales a partir de categorías biológicas y de los principios más difundidos y “vulgarizados” de la teoría darwiniana: la lucha por la existencia, la selección natural, la supervivencia del más apto. Lévi-Strauss nos dice que la ausencia de reglas sería el carácter distintivo del estado de naturaleza y sólo la presencia de una norma nos daría la pauta de la presencia de la cultura. Define al estado de naturaleza por lo universal, lo repetitivo, lo constante en cada especie, en tanto está inscripto en el código genético. Por otro lado, por lo espontáneo y azaroso, por no estar sujeto a normas sociales. A su vez, el ámbito de la cultura se caracteriza por estar sujeto a normas que son particulares de cada cultura y por medio de las cuales se asegura la existencia y continuidad de un grupo. Instituye el pasaje del estado de naturaleza al de cultura en la prohibición del incesto. Esta regla posee el carácter universal de la naturaleza y simultáneamente el arbitrario de todo hecho cultural. Es decir, que la prohibición no sería ni totalmente cultural ni totalmente natural, pues la integran aspectos tomados de la naturaleza y de la cultura. En este sentido tiene ese carácter universal, pero al mismo tiempo el carácter distintivo de la cultura, en tanto impone una restricción no biológica a las diferentes sociedades. Es un vínculo que transforma un comportamiento natural: el impulso sexual, en un comportamiento social y cultural.

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